22 Mar

Querida comunidad NSDC: queremos compartir con ustedes la homilía de Pablo Castro sj, de la comunidad del Colegio San Ignacio El Bosque de este domingo 22 de marzo de 2020. Puede ser un tiempo para poder leer el evangelio y que nos ayude a rezar este día.

 

Primera lectura

Lectura del primer libro de Samuel (16,1b.6-7.10-13a)

Salmo

Sal 22,1-3a.3b-4.5.6

Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Efesios (5,8-14)

Evangelio

Lectura del santo evangelio según San Juan (9,1.6-9.13-17.34-38)

 

Homilía cuarto domingo de Cuaresma y primero en cuarentena

En estos días en que debemos quedarnos en nuestras casa para cuidarnos y cuidar a otros, compartimos un saludo afectuoso y la primera homilía en cuarentena, escrita por el capellán del colegio Pablo Castro sj.

Queridos amigos y amigas de la comunidad eucarística ignaciana,

Tal como nos propusimos el domingo recién pasado, buscaremos la manera de mantenernos unidos humana y espiritualmente todo el tiempo que deba durar esta etapa de cuidado y de ayuda al prójimo llamada “cuarentena”. Y lo vivimos en Cuaresma, tiempo sumamente propicio para liberarnos de nuestros propios intereses y poner el bien común y el amor al prójimo por encima de todo.

Ciertamente nos resulta extraño. Nos enseñaron –y hemos enseñado- que el amor se demuestra “yendo a ayudar a los demás”, no manteniéndose alejado. Que “visitar a los enfermos” es una obra de misericordia y es el cumplimiento de un mandato de Jesús. Nos resulta tan extraño como a un niño pequeño le extraña que Dios, que es bueno y todopoderoso, no detenga esta enfermedad en cosa de segundos.

Pero es que no somos niños. Somos cristianos católicos adultos en la fe… o en camino de la adultez en la fe (si es que alguna vez de verdad la alcanzamos). Pensamos, discutimos, planificamos, interpretamos. Nos ayudamos como comunidad. Nos dejamos interpelar. Recurrimos a la tradición. Escudriñamos el futuro. Y volvemos a nuevas conclusiones.

Lo que hoy llamamos “enfermedad” dista muchísimo de aquello que conocieron en tiempos remotos y no tan lejanos también. Si fuéramos católicos medievales, en vez de retirarnos habríamos ido a masivas concentraciones de oración por el fin de la plaga y solamente habríamos logrado empeorar todo. Hoy no le atribuimos a Dios la responsabilidad del inicio ni del fin de la peste. A Dios, de la mano de Jesús, le pedimos que nos regale sabiduría, prudencia y entendimiento, y que nos libere de todo egoísmo para poner el cuidado de los demás, especialmente de los más vulnerables, como nuestra primera prioridad.

 

El domingo pasado, en el diálogo con la mujer junto al pozo -la Samaritana-, Jesús nos habló de agua viva. Allí, en un diálogo de tira y afloja, ella va descubriendo que aquel hombre sin siquiera un balde para sacar agua, podía apagar para siempre su sed.

Este domingo Jesús nos habla de la luz. La escena es larga, muy teatral.

Ocurre en la piscina de Siloé. Ahora es un ciego quien nos descubre que Jesús, además de apagar nuestra sed, puede iluminar nuestras vidas. Y tal como el domingo anterior, la escena gira en torno a debates, preguntas, cuestionamientos y contra preguntas. La tradición se pone en jaque. Antes fue el pozo de Jacob y el lugar apropiado para adorar a Dios. Ahora es el sábado y la posibilidad de que un “pecador” pueda ver la luz y hablar de las cosas de Dios. Revisen ambos textos. Disfruten su largo desarrollo sin apuro.

Vean cómo se van generando poco a poco las respuestas y conclusiones. No es tan diferente a lo que nos sucede en nuestro camino como adultos en la fe. A veces somos como el ciego. Otras nos parecemos a los fariseos. En ocasiones nos compartamos como los familiares. Y sí, a veces también actuamos como Jesús.

 

Este tiempo de distancia y cuarentena nos ha vuelto la mirada sobre las cosas fundamentales de la vida. Muchos textos, comentarios y testimonios en las redes sociales apuntan a que este virus nos está devolviendo, no sin dolor, a centrar el corazón en lo que vale la pena y a reconocer lo mucho que nos vale encontrarnos y abrazarnos. Dios siempre mira así. En la primera lectura la elección de David se nos muestra como la elección del supuestamente menos indicado. Aprovechemos de pedir esta gracia también para nosotros y para nuestra Iglesia.

Que las apariencias no desvíen nuestra mirada de lo que en verdad importa. No podremos reunirnos a celebrar la Eucaristía, pero esta vez, en ello, daremos cumplimiento al mayor mandamiento de Jesús: estaremos amando y cuidando a nuestros hermanos y nuestras hermanas, estaremos amándonos los unos a los otros.

En Cristo los abrazo,

Pablo Castro Fones SJ

 

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